Recientemente se ha celebrado en Sevilla un Congreso Sanitario organizado por la Sociedad Andaluza de Hipertensión Arterial y Riesgo Cardiovascular -SAHTA-, en cuyo seno se desarrollaban simultáneamente tres Jornadas con sesiones específicas y conjuntas: una dirigida a Médicos, otra a Enfermeros, y otra a Farmacéuticos.

Asistí al mismo como integrante de las mesas de inauguración y clausura, en mi calidad de presidente del R.I. Colegio Oficial de Farmacéuticos de la provincia sede, como moderador de una de las mesas redondas programadas como conjuntas, y como congresista de a pie pues estaba muy interesado en actualizar mis conocimientos en tales materias.

 

Aunque a priori algunos temieran por el desarrollo del congreso, al suponer que los ánimos estarían alterados y la guerra cantada, a la luz de las últimas noticias recogidas por los medios especializados, en ningún momento del mismo percibí mal ambiente o animadversión de nadie hacia nadie, ni con nadie. Médicos, Farmacéuticos y Enfermeros estuvimos conviviendo y debatiendo sobre temas sanitarios, sin que ninguno de los asistentes hiciera alusión alguna a un posible conflicto interprofesional. Está claro que alguien intenta manipular la realidad sin que nos alcance a imaginar con qué último fin.

Pudo corroborarse aquello de que dos -en este caso tres- no discuten, si uno no quiere, y que estamos ante una guerra de generales y no de tropas, salvo que esa sensación de sosiego fuera exclusivamente andaluza, y achacable a la responsabilidad y predisposición de los coroneles regionales a no encender más los ánimos belicosos de quienes quieren conducirnos al campo de batalla. Espero, y deseo fervientemente, que esa sea la tónica general, y que se entierren las hachas de guerra, desaparezcan las caras pintadas y pensemos exclusivamente en el paciente. Todos.

Los recursos asistenciales de la farmacia comunitaria

Al hilo de lo anterior, decirles que, independientemente de las oficiales del congreso, tres fueron mis propias conclusiones. La primera, que en hipertensión arterial y riesgo cardiovascular todos los profesionales sanitarios somos necesarios, pues sería absurdo e imperdonable, tanto para la Sanidad como para la Salud Pública, menospreciar los recursos asistenciales que ofrece la Farmacia Comunitaria y el conocimiento de los Farmacéuticos. Al menos por nuestra parte no va a quedar ningún paciente, que lo necesite, desatendido.

Mi segunda conclusión fue que el único EGO debe ser el del PACIENTE, pues no concibo que alguien, que se denomina sanitario, anteponga su ombliguismo y su protagonismo a la salud del paciente al que se debe. El tiempo dedicado a debates estériles es tiempo perdido, como perdida puede llegar a ser la confianza en quienes, en vez de paz, buscan batallas.

 

Mi tercera conclusión es fruto de mi experiencia profesional de años: que en diagnóstico precoz, prevención y diagnóstico todo puede comenzar en el mostrador de una Farmacia, pues suele ser la primera puerta de acceso al sistema sanitario. A diario el Farmacéutico utiliza sus conocimientos y habilidades, y toma decisiones que pueden estar directamente vinculadas, o no, a la dispensación de un medicamento. Su situación, la más cercana y accesible para el paciente; sus consejos sobre higiene y hábitos de vida saludablesu implicación en la adherencia a los tratamientos y el cumplimiento terapéutico; la confianza inquebrantable del paciente,… lo posicionan como el primer sanitario al que la población solicita información sobre los problemas relacionados con su salud.

Pero, independientemente de las respuestas que pueda y suela dar, lo más interesante es que muchas de ellas sirven para derivarle al Médico, para que éste evalúe el problema de salud que el paciente refiere. Sólo tras de este acto, el Médico realiza el diagnóstico que, si termina en una prescripción, devolverá al paciente a la Farmacia para la dispensación de los remedios necesarios, y su seguimiento si procede.

Las necesidades sanitarias de una población envejecida

La tendencia demográfica de España nos está indicando a todos, profesionales sanitarios incluidos, que dentro de unos años van a faltar recursos económicos, manos y centros asistenciales. Nos encaminamos inexorablemente a contar con una población cada vez más envejecida, porque añade años a la vida, y que va a necesitar de cuidados especiales para añadir vida a esos años. Habrá más personas mayores, muchas de las cuales van a seguir viviendo en su entorno de siempre, rodeada de sus amigos y vecinos de siempre, a las que habrá que seguir dispensando sus medicamentos y consejos sanitarios desde su Farmacia de siempre, algo que ya está ocurriendo y aumentando año tras año.

Para ilustrar lo que digo, me gusta recordar que estoy pesando ahora a los hijos de los niños que pesé cuando empecé a trabajar en la Farmacia; que las madres de aquellos niños de los ochenta y noventa, son hoy señoras que nos solicitan consejos sobre menopausia, osteoporosis, control de peso, riesgo cardiovascular,…; que las abuelas jóvenes de aquel tiempo viven hoy la tercera edad, teniendo en su Farmacia, y su Farmacéutico -que en un altísimo porcentaje sigue siendo el mismo de entonces- a alguien en quien confiar y preguntar constantemente sus problemas de salud y sus preocupaciones de índole sanitaria.

Todo lo anterior refuerza mi teoría de que si se quiere hacer, de verdad, un uso racional de los recursos sanitarios, hay que hacer un uso racional del Farmacéutico.

Resumiendo: todos somos necesarios. Pensemos en el paciente, en su salud y sus circunstancias, y no malgastemos los recursos humanos, técnicos y profesionales que cualquier miembro de la cadena sanitaria pueda aportar.