Comentaba hace unas semanas en una de mis colaboraciones periódicas en este medio que, con el objeto de conocer fehacientemente qué ocurría con el abastecimiento de medicamentos en las farmacias de nuestra provincia, habíamos ideado un sistema de intercomunicación Farmacias-Colegio de Sevilla, al que denominamos ‘Cuarto Almacén’, con el que nuestro Colegio obtenía la información necesaria para argumentar ante la Administración las dispensaciones efectuadas correctamente por los farmacéuticos, y así evitar la devolución de las recetas correctamente dispensadas.
Comentaba, también, que el Consejo General avaló esta idea creando el Centro de Información sobre Suministro de Medicamentos (Cismed), con el objetivo de disponer de información real sobre el suministro de medicamentos en las Farmacias españolas, a la vista de la dimensión que estaba adquiriendo el problema de los desabastecimientos.
Ambos sistemas, ‘Cuarto Almacén’ y Cismed, permiten realizar la «detección precoz» de la falta puntual o esporádica de cualquier medicamento, antes de que se convierta en crónica, No obstante, lo que no recoge ninguno de los dos sistemas es el sufrimiento diario y la impotencia que padecemos los farmacéuticos, cuando llegan los pedidos de los almacenes, y vemos las hojas llenas de faltas. Ni, por supuesto, el eco de sus «¿por qué ocurre ésto?», junto a las quejas de los pacientes, que estamos empezando a recoger a diario en los Colegios de Farmacéuticos.
Y yo me pregunto, también, ¿por qué ocurre ésto?, ¿por qué faltan tantos medicamentos en nuestros pedidos diarios?, ¿por qué faltan medicamentos esenciales y sin alternativa terapéutica en las Farmacias españolas?. Y, como presidente, no recibo respuestas creíbles que trasladar a los colegiados. En algunos casos las autoridades sanitarias le dan el carácter de oficial a los desabastecimientos, pero ni esa es la solución, ni nos sirve de consuelo, porque nuestros pacientes siguen sin encontrar en nuestras farmacias los medicamentos que necesitan para aliviar sus dolencias.
Comentaba, también, qué ocurriría si, en vez de medicamentos, faltase una pieza fundamental para que funcionase un automóvil de una determinada marca, y dejara a miles de ciudadanos sin poder utilizarlos para desplazarse al trabajo o irse de vacaciones. Supongo que, en este caso, las autoridades abrirían una investigación inmediatamente, y exigirían a los fabricantes que normalizaran la situación de manera urgente, bajo advertencia de severas sanciones.
Dentro del abanico de posibles respuestas hay quienes comentan, y puede que lleven razón, que todo se debe a las políticas de contención del gasto en medicamentos aplicadas en España, que han disminuido los precios de los mismos hasta niveles inadmisibles -en algunos casos inferiores a lo que vale un paquete de un simple chicle- y, por tanto, los beneficios de la industria, a la que, presuntamente, le puede resultar más rentable atender pedidos de países donde los precios sean superiores. Si esa es la causa real, los ciudadanos españoles en general, y los pacientes y los Farmacéuticos en particular, tenemos un grave problema, porque la solución es fácil de publicar en el BOE, pero muy complicada de llevar a cabo. Subir el precio de los medicamentos en España es imposible, mientras se mantenga el elevado -y en algunos casos innecesario- gasto público que sufrimos, y sin la más mínima intención de disminuirlo en el futuro.
Y no será porque no lo hemos avisado reiteradamente desde hace tiempo. ¿Recuerdan cuando reclamábamos la necesidad de establecer un suelo al precio de los medicamentos? ¿Recuerdan cuando protestábamos por la desaparición de los precios en las cajas de los medicamentos, que facilitaba, y reducía a un simple decreto, las bajadas de precio? ¿Han olvidado cuando protestábamos por tratar los medicamentos como mercancías, que van y vienen de un país a otro en función de intereses comerciales y no sanitarios? ¿Y cuando mostrábamos nuestro desacuerdo con las políticas «sanitarias» que potenciaban la lucha comercial entre los laboratorios para hacerse con la exclusiva en la dispensación (subastas andaluzas)?. Como se dice habitualmente, de aquellos polvos derivan estos lodos.
Los informes de ambos sistemas de detección son para escandalizar a cualquiera que disponga de un mínimo de sensibilidad: Hay desabastecimiento oficial de Adiro 100, Nolotil, Adalat Oros, Aterina, Sutril Neo, Hemovas, Bactroban, Uralyt Urato, Dolalgial, Cafinitrina -¿¡pero cómo pueden estar desabastecidas las farmacias españolas de Cafinitrina, Dios mío!?, Apocard -¡Vaya verano que hemos pasado explicándole a los pacientes la falta de Apocard!-, Sinemet Plus, Kreon,… y un largo etcétera. Y, por si fuera poco, recibimos instrucciones de algunos laboratorios para remitirnos directamente los medicamentos que necesitemos a través de operadores logísticos diferentes a los almacenes de distribución farmacéutica de gama completa. Curioso.
Siguiendo con el símil de la pieza del automóvil, estos desabastecimientos han dejado tirados a miles de humildes ciudadanos que, no obstante, saben dos cosas: que muchos de sus medicamentos tienen «desabastecimiento oficial» (¡gran descubrimiento!), y que su farmacéutico de cabecera los busca denodadamente (en muchos casos quedándose un buen rato en la farmacia tras cerrar sus puertas al público) aunque, a veces, infructuosamente, lo que nos provoca gran desazón, porque ofende nuestra vocación de servicio.
Decía al principio, que estábamos empezando a recibir en el Colegio quejas de ciudadanos sobre este particular. De ellas cito una que me llamó poderosísimamente la atención, la de un señor que nos decía que había recorrido estérilmente más de veinte farmacias sin encontrar el medicamento solicitado, y que terminaba con un lacónico «dígame, por favor, sr. Presidente, qué puedo hacer». Puede que dentro de poco no nos quede más remedio que decirle a los pacientes que acudan a su médico para que les realice un cambio de prescripción; precisamente lo que dijimos hace unos años a los colegiados mediante circular cuando, ante las reiteradas faltas en los medicamentos de subasta, nos devolvieron gran cantidad de recetas sin tener en cuenta los desabastecimientos. En aquella ocasión recibí personalmente la «advertencia» (infructuosa, por cierto) de que «me llevarían a la fiscalía si no retiraba la circular remitida a los colegiados». Espero, ahora, una mayor altura de miras de la Administración, llegado el caso de tener que repetir la circular. Y así quiero terminar mi colaboración de hoy, preguntándole a las autoridades sanitarias ¿dígannos, por favor, qué podemos hacer?, e instándole a buscar una solución rápida al problema de salud pública que suponen los desabastecimientos de medicamentos esenciales para la población.