Hace unos días, Juan Roig, presidente de Mercadona, decía que se habían dado cuenta años después del error que había supuesto “vender frescos como si fueran secos”, o sea, vender frutas y verduras en verde envasadas pensando que los clientes comprarían más rápido de esa forma, sin tener en cuenta que lo que demandaban era “calidad y frescura, berenjenas cogidas ayer y vendidas hoy”, y que casi se quedan sin clientes por ello, rematando su intervención al más puro estilo hispano: “Los fruteros sin ir a Harvard, sino a Harvacete fueron más listos que nosotros”.
Casi a la par de estas declaraciones del señor Roig surgen otras, esta vez del consejero delegado de Carrefour, George Plassat, que dicen: “Las clases medias han sido desplazadas por los beneficios; la bajada de los salarios ha causado la desaparición de gran parte de nuestros mejores clientes”.
Podría poner fin a mi artículo, y considerar que casi todo estaba dicho ya, tras este auténtico postulado de economía de ambos señores, pero tiene tantas lecturas que no quiero privarme de comentar algunas de ellas. La primera es, obviamente, que el mencionado señor Roig demuestra que es sabio al rectificar y, sobre todo hábil al hacerlo públicamente y anunciar que Mercadona vende productos frescos ya. Le tenía en alta consideración y confieso públicamente mi renovada admiración tras esta muestra de saber y hacer lo que hay que saber y hacer en cada momento.
La segunda lectura es que no todas las ideas y propuestas basadas en la rapidez, el presunto ahorro, la competencia o la comodidad tienen que ser aceptadas ni beneficiosas para la sociedad. Y la tercera, que no hace falta ir a ninguna universidad ni escuela de negocios extranjeras para aprender lo que se aprende en la universidad de la calle, o sea, frente a los mejores colegios de pago: lo obvio. Ojo, por tanto, con la disminución de la calidad de las prestaciones y del poder adquisitivo de los ciudadanos porque conduce a la búsqueda de otras soluciones y, por tanto, a la pérdida de credibilidad del ofertante y de beneficios del que produce-comercializa los servicios o los bienes de consumo.
Ambas reflexiones se producen tras analizar el resultado obtenido al aplicar en el pasado reciente medidas económico-comerciales que perseguían, por un lado, aumentar las ventas mediante la compra rápida y, por otro, los beneficios mediante los sueldos basura. Y ambas reflexiones conducen directamente a la rectificación de las políticas que las ocasionaron o a la pérdida de beneficio y de cuota de mercado de los que las aplicaron, que no tienen porqué ser los mismos.
Yo no sé a ustedes, pero a un servidor le cansan ya tantos aprendices de sabios que demuestran lo mal que van aprendiendo a rectificar. Ejemplos hay a montones, basta con querer perder varios días y leer algunas de las disposiciones aparecidas en los numerosos boletines oficiales publicados en España.Verán lo que encuentran. Aunque no todo está en los boletines; hay directrices, recomendaciones y modas que parecen dictadas para fastidiar directamente a alguien más que para ayudar a los ciudadanos.
No sé a ustedes, pero a un servidor le causa pavor la cantidad de jóvenes universitarios españoles que han de decidir a diario entre el paro, un sueldo basura o la emigración, mientras a sus padres les aumentan los impuestos para mantener una Administración que no les da otra salida más que el paro, un sueldo basura o la emigración.
Centrándonos en nuestro campo, podemos afirmar que, salvo excepciones, la política sanitaria española es una curiosa mezcla antillano-mediterránea al ser cubana y tener pasta. Si en las Antillas la Administración da los medicamentos en sus centros de salud, aquí también; si allí se discuten las patentes, aquí también; si en Cuba o trabajas para el sistema o no existes, pues aquí no vamos a ser menos. El resultado es un continuo discutir ideas ya rechazadas en otros lugares, perdiendo un tiempo precioso que podíamos dedicar a colaborar para sacar esto adelante. Mientras aquí argumentamos sanitariamente la necesidad de mantener los medicamentos en las farmacias frente a los intentos liberalizadores que pretenden sacarlos fuera, sin convencer del todo a los teóricos, el ensayo clínico llevado a cabo en Argentina primero, y recientemente en Paraguay, aconseja, y así se ha hecho, promulgar sendas normativas prohibiendo taxativamente la venta de medicamentos fuera de las farmacias.
Hay dos formas de demostrar sabiduría: rectificando, según reza el sabio refranero, o no teniendo la necesidad de hacerlo por acertar desde el principio. La diferencia está en que en el primer caso se puede ocasionar daño irreparable y en el segundo todos salen ilesos.